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lunes, 22 de septiembre de 2008

Comentario de Hernán Casciari :Casado con Lost



Con la cuarta temporada aumentó el furor por la serie de culto; una mirada al fenómeno por el escritor y periodista Hernán Casciari.

A esta altura, después de setenta capítulos devorados en más de tres años, ya soy un experto en esperar a que vuelva Lost. Ya no siento ese dolor punzante en las tripas, ni me muerdo las uñas por la noche. Y es que, en todo este tiempo, nuestra relación ha madurado mucho. ¡Ah, me acuerdo de cuando acabó la primera temporada, qué desazón más grande! Me quedé con los ojos como huevos duros, viendo cómo Jack y Locke abrían por fin la puerta secreta y la cámara bajaba hacia el negro más profundo. Y después, nada. Cuatro meses enteros de ansiedad, de conjeturas y abstinencia.

Capítulo I. La primera temporada de Lost fue como el inicio de un noviazgo salvaje. Como esos amores a primera vista en donde sólo cabe pensar que la vida será siempre maravillosa y que nada, en todo el mundo, nos sacará del paraíso. Acción, suspenso, misterio… Pero entonces, un día cualquiera, ella nos dice: "Corazón, tengo que irme cuatro meses a estudiar a Suiza, ¿me esperás?". Y el mundo se viene abajo. Pero no el amor.

Y nos quedamos esas dieciséis semanas como estúpidos, pensando en el día exacto en que volveremos a sus brazos. La distancia, en vez de darnos respuestas, nos llena de nuevas preguntas: ¿pensará ella en mí?, ¿qué hacía un oso polar en una isla del Pacífico?, ¿se habrá acostado con algún estudiante suizo?, ¿qué misterios esconderán los Otros?... Intentamos distraernos, salir a la calle, ver a otras mujeres, pero nada tiene sentido sin sus besos. Vemos tres o cuatro episodios de CSI , coqueteamos con Grissom, pero no es lo mismo si nos falta el humor de Sawyer. Nuestra cabeza está en otra parte, en la brisa de la isla, lejos, en un futuro que nunca había tardado tanto.

Y entonces, un día, suena el timbre por la tarde y vemos el primer episodio de la segunda temporada. ¡Ah, qué dicha más grande, cuántos abrazos! Volver a ver un nuevo episodio después de tanto tiempo es como tocar el cielo con las manos. Es tan grande la necesidad de Lost que no importa que las nuevas tramas no traigan consigo ni una sola respuesta a las viejas preguntas. Ni una. Como cuando regresa de Suiza la novia amada y no nos quiere contar qué ha hecho, con quién ha estado, si ha conocido a alguien. Y además llega con el pelo corto y fumando Lucky Strike. Mala cosa. Pero no nos importa, claro que no, mientras esté otra vez en casa, sana y salva. Le perdonamos el silencio porque la amamos. Le perdonamos incluso lo que nos oculta.

La amamos tanto, y ella a nosotros, que un buen día decidimos vivir juntos, ser una pareja formal, y es entonces cuando comienza la rutina del amor. Descubrimos en ella algunos defectos: deja las ollas sucias sin remojar, abre nuevas incógnitas sin cerrar las anteriores, aprieta la pasta de dientes por adelante, aparece una imagen del gordo Hugo en un flashback de Sayid, se le queman las milanesas, hace uso abusivo del humo negro… Pero no nos importa, porque estamos enamorados.

Capítulo II . La segunda temporada de Lost es un matrimonio entre la serie y el espectador. El salvajismo del amor le ha dejado paso al disfrute de las pequeñas cosas, a la caricia velada y al café con leche por las mañanas de domingo. Ya sabemos que nada es tan perfecto en la pareja, que hay muchos flashbacks que no tienen sentido aparente, que hay roces y gestos desganados, pero nadie nos quita del sofá esos lunes por la noche. Estamos cómodos en casa, y es bueno sentir el calor del otro cuerpo en la cama, aunque no nos creamos que Walt haya crecido tanto. Somos una pareja estable.

Y entonces ocurre la primera crisis. Al final de la segunda temporada, justo cuando los Otros atrapan a cuatro de nuestros mejores náufragos, ella nos dice: "Necesito espacio, me voy a casa de mamá unos meses para pensar mejor… Quiero saber qué siento". Y otra vez nos deja solos en casa, sin entender qué va a pasar con nuestras vidas, ni tampoco a dónde se ha ido Michael en ese barco tan pequeño.

Pero nosotros ya no somos ese novio primerizo que no sabe qué hacer sin el amor de su vida. En este segundo impasse nos sentimos vivos, andamos en calzoncillos por toda la casa, disfrutamos la soltería... Y un día conocemos a Héroes (la abstinencia absoluta es difícil) y le metemos los cuernos a Lost mientras está ausente. Héroes es mucho más intensa, hay gente que vuela, tipos que se caen de los puentes y no se hacen nada; es casi una adolescente. Aprendemos cosas nuevas, nos sentimos inmortales. Tenemos una amante más joven, ¡ah!, qué maravilla es la vida. Y la televisión yanqui.

Pero una tarde de domingo, mientras estamos con Héroes en la cama, justo en medio del clímax, nos equivocamos de nombre y la llamamos Lost. "Ah, sí, sí, Lost , un poquito más abajo, ahí, en la escotilla." Y Héroes se pone como loca, se levanta de la cama y se va. Mucho no nos importa, porque desde el episodio once se estaba poniendo bastante pelotuda, con muchas explosiones y tramas cruzadas que no iban a ninguna parte.

Como por arte de magia, a la semana siguiente vuelve a casa Lost y sólo al verla, no antes, justo cuando vemos en la pantalla las primeras escenas, descubrimos cuánto la habíamos echado de menos.

Capítulo III . La tercera temporada de Lost es la verdadera esencia del amor de pareja. Ha quedado tan lejos el oso polar, las primeras incógnitas, los subidones de adrenalina, la falta de respuestas… Todo es tan lejano y a la vez está allí, sin condiciones, en casa. Esa temporada es una mujer madura que ya ha vivido todas las vidas y ha regresado a nosotros por elección final, por voluntad superior. Las historias son más pequeñas y nos devuelven los sueños. Y esta vez sabemos, además, que nada es para siempre.

El 23 de mayo del año pasado mi mujer se fue otra vez de casa. Y este receso no duró tres o cuatro meses, como los anteriores. Esta vez fueron ocho meses, casi un año entero sin un nuevo episodio de Lost . Pero, como dije, ya soy un experto en esperar a que vuelva. Cuando me siento triste, miro capítulos viejos y recuerdo los antiguos besos, las primeras caricias; o entro a los foros de internet para escuchar a otros hacer conjeturas. Que todos están muertos y la isla es el Limbo, que se trata de un universo paralelo y el avión no cayó en este mundo, que la isla es una segunda oportunidad para seres desdichados. Que Hugo es Dios. ¡Cuántas cosas se dicen por ahí, y qué poco me importa!

Capítulo IV . Hace poco comenzó la cuarta temporada, y yo estaba tranquilo. Sí, es verdad, había mandado las sábanas a la tintorería para que olieran mejor, y comprado vajillas nuevas. También había hecho un poco de ejercicio para que, cuando ella llegara, no me viera descuidado. Pero no estaba ansioso.

Ni siquiera pensé en preguntarle adónde ha ido, ni quién es Jacob, ni por qué Libby estaba en el psiquiátrico del gordo loco, ni cuánto tiempo piensa quedarse esta vez en casa. No. No hice preguntas.

La cuarta temporada de Lost es el amor puro entre una historia y su espectador, ese mismo amor fundamental que se explica en el Nuevo Testamento y al que muy pocas almas pueden acceder. Es el amor que todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, y todo lo soporta. Yo creo en Lost cuando me dice la verdad, pero también la amo cuando me miente. Y cada vez que se va, soporto su ausencia como un hombre. Y cuando vuelve, como ahora, abro el mejor champán y espero, a oscuras, que entre a casa y me engañe otra vez.

Aire:

  • Heroes - season 3: ¨Villains¨
  • Supernatural - season 4

Todavia:

  • Supernatural: Season 3
  • El Super Agente 86 - Temporada 1
  • Lost: Season 1